Que los fenómenos universales tengan una tendencia hacia un estado de mayor probabilidad (o mayor caos, como se explicaría cotidianamente), es algo que nos explica la Segunda Ley de la Termodinámica. Se fundamenta en que todos los cuerpos o sistemas se ven favorecidos en condiciones de menor entalpía y mayor entropía. Es una tendencia que encuentra explicación dentro de la física. Sin embargo, en pleno siglo XIX, cuando físicos como Carnot, Boltzmann, Thomson, etcétera, fundamentaban las leyes de la termodinámica mientras "adiestraban" el calor, Mainländer, por otro lado, se acercaba al concepto de entropía desde una perspectiva filosófica y ontológica, pero no física, aunque encontró fenómenos en el mundo físico (de los gases, particularmente) que ayudaron a sustentar su pensamiento. Si desde la física se nos dice que la entropía del universo es siempre positiva —o aumenta—, es debido a condiciones energéticas que "quieren" alcanzar los sistemas por cuestiones ...
No hay razón universal que fundamente todo aquello que existe, sea inanimado o animado, pero... ¿no seríamos nosotros muy ambiciosos en exigir un motivo o una ley universal que se tenga que aceptar? ¿Acaso no es más interesante la vida por el hecho de ser impredecible y reproducir sucesos insospechados? ¿Si tuviésemos alguna razón u objetivo universal, no estaríamos, entonces, determinados? Seguramente, sobrarían argumentos para quejarnos de semejante suplicio. Pero la impredecibilidad no nos hace menos quebrantados ni nos brinda garantías de ser menos desgraciados: diría que en los dos episodios nuestra desdicha sería la misma. Buscamos subterfugios: los encontramos en ideas, en banalidades, en creaciones culturales que pretenden justificar cada segundo, cada variación de esta pesada sensación nihilista. Huimos de nuestra desesperación por medio de las instituciones, de la academia, de la lectura, de las conversaciones inanes, de las salidas con amigos, de los fines de semana, de...