El gas tiene solo una aspiración: expandirse hacia todos lados. Si pudiese realizar esta aspiración sin obstáculo, no se exterminaría, pero se debilitaría cada vez más, se aproximaría cada vez más a la aniquiliación; no obstante jamás la alcanzaría. El gas aspira a la aniquilación, pero no puede alcanzarla. [1]
Mainländer, de esta forma, asume que un sistema gaseoso, al esparcirse cada vez más, se debilitaría constantemente hasta alcanzar un estado aproximado a la aniquilación, pero por principios físicos, evidentemente, no se exterminaría (principio de conservación de la masa). Y esto no es menos cierto, pues si un gas es arrojado a un recipiente, este buscará una configuración donde prime un estado de mayor probabilidad, pues su aspiración es expandirse hacia todos los lados, en palabras de Mainländer.
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| La entropía es la manifestación física de la tendencia de la voluntad |
Sin embargo, el animal es, además, unión de voluntd y espíritu (en un determinado nivel). La voluntad se ha dividido parcialmente y cada parte tiene movimiento propio y disociado del resto. Por este medio es modificada su vida vegetal. [...] El animal quiere, en lo más profundo de su ser, la aniquilación y, sin embargo, le teme a la muerte en virtud, pues la muerte es condición, dado que el objeto peligroso tiene que ser percibido de alguna forma. [2]
El espíritu del animal del que habla Mainländer, no es sino el instinto de preservación que tiene todo ser vivo: el animal se aferra a la vida como medio para la muerte. En últimas, la voluntad de morir define el trayecto de todo ser vivo. En lo concerniente al ser humano, Mainländer agrega un tercer elemento: la razón. Esta hace que el ser humano se diferencie de los demás animales: es el único animal que puede morir de manera absoluta queriendo y desando la muerte —a través de la virginidad y, posterior a ello, el suicidio—.
La razón hace que el miedo a la muerte sea acrecentado; el animal, a pesar de que también teme morir, teme solo por una cuestión instintiva, mientras que el ser humano lo hace de manera no solo instintiva, sino también racional, pues conoce más factores llenos de goce y diversión —fama, poder, etc.— que no quiere perder. Pero el espíritu del pensador más vehemente puede identificar, en su profundidad reflexiva, la voluntad de no-ser y, posterior a ello, "arde el anhelo de morir y, sin vacilación, la voluntad se apodera con entusiasmo moral del mejor medio para la meta reconocida: la virginidad".
Hasta aquí, es preciso concluir que en toda forma de existencia, tanto inorgánica como orgánica, la voluntad de morir es la esencia de todo movimiento universal, pero se presenta de distintas formas en el reino inorgánico y en el orgánico, sin embargo, llegan siempre al mismo fin: la muerte, la nada, la disgregación de partículas que aumentan la entropía del universo hasta que este pueda alcanzar la aniquilación absoluta de ese ser primigenio.
Somos, así, un complejo de pequeñas partículas que tuvieron su origen en la disgregación de la unidad precósmica: pasamos de la unidad simple a la multiplicidad, multiplicidad que está en constante movimiento hacia la nada. En palabras de Mainländer:
El universo es un acto unitario de una unidad simple que no es más, y permanece por eso en una conexión dinámica insoluble, a partir de la cual surge un movimiento unitario: es el movimiento hacia la aniquilación completa, el movimiento del ser al no ser. [3]
Ahora, existe un punto de encuentro en el que, tanto como Schopenhauer y Mainländer, llegan a la misma conclusión desde dos enfoques distintos (uno aboga por la voluntad de vivir, mientras que el otro por la voluntad de morir).
En un artículo pasado ya abarqué el tema, sin embargo, conviene aquí citar nuevamente aquello que nos dice Schopenhauer sobre un estado ideal de la civilización, tema que también abordó Mainländer.
Pero si todos los deseos se viesen colmados apenas se formulan, ¿con qué se llenaría la vida humana?, ¿en qué se emplearía el tiempo? Pongan a la humanidad en el país de Jauja, donde todo creciera por sí mismo, donde volasen asadas las alondras al alcance de la mano, donde cada uno encontrara al momento a su amada y la consiguiese sin dificultad, y entonces se vería a los hombres morir de aburrimiento o ahorcarse: a otros reñir, degollarse, asesinarse y causarse mayores sufrimientos de los que ahora les impone la naturaleza. [4]
El movimiento de la humanidad hacia el Estado ideal es un hecho: sólo se requiere una breve reflexión para comprender que jamás puede producirse un estancamiento ni en la vida del todo ni en la de las partes. El movimiento debe ser uno infatigable, hasta donde no se pueda en absoluto hablar más de vida. En consecuencia, si la humanidad se encuentra en el Estado ideal, no puede entrar en reposo. Pero entonces, ¿hacia dónde puede aún moverse? Le resta un único movimiento: el movimiento hacia el exterminio absoluto, el movimiento del ser hacia el no ser. [5]
Mi filosofía abarca más allá del Estado ideal, del comunismo y del amor libre, e instruye, tras una humanidad libre y sin sufrimiento, la muerte de ella. [...] Nadie puede determinar de qué forma el sacrificio será llevado a cabo: puede descansar en una resolución moral general, que es ejecutada de inmediato, o puede dejarse la consumación en manos de la naturaleza. [6]
Esta "resolución moral general", podría traducirse fácilmente en políticas destinadas a promover el suicidio colectivo.
Si toda forma de movimiento se dirige hacia la nada y, la vida es una forma de movimiento, se hace preferible la redención que el estiramiento innecesario de la existencia.
—Creo que lo honorable que nuestra especie puede hacer es negar nuestra programación, dejar de reproducirnos: caminar de la mano hacia la extinción. Una última media noche, hermanos y hermanas escapando de un mal negocio.
—¿Y cuál es el punto de levantarse por la mañana?
—Me digo que seré testigo, pero la verdadera respuesta es que es, obviamente, mi programación y no tengo la constitución para el suicidio (voluntad de morir que aparenta ser voluntad de vivir).
Referencias:
[1] Mainländer, Philipp. Filosofía de la Redención (Antología). Calato Ediciones/Wilmer Skepsis, 2019, p. 36.
[2] Ibid., p. 40.
[3] Ibid., p. 48.
[4] Arthur Schopenhauer. El amor, las mujeres y la muerte. Traducción de A. López White
[5] Mainländer, Óp. cit., p. 64.
[6] Ibid., p. 64.


Excelente artículo.
ResponderBorrarLa expresión filosófica de Mainländer sin duda es muy verídica en cuanto continuación de una discusión acerca de la Voluntad. Al cambiar los papeles a la voluntad de ser a no-ser, ya este pensador realiza una hazaña única en esta discusión.
ResponderBorrarSin embargo, hijo de la miseria, el suicidio estuvo siempre en la nuca de Mainländer. De ahí que se intérprete con Nietzsche que: "toda Filosofía se reduce siempre a las anotaciones personales del autor". ¿Se inválida? Claramente no. Pero su metafísica es tan rebuscada que parece que llevase la discusión de forma obligada a lo que su interior, y el de sus hermanos, decía: "mátate"